La autora viajó a Mongolia buscando paisaje: montañas que no figuran en los checklist de las empresas de expediciones, bosques que solo respiran animales, y desiertos míticos. Y encontró mucha vida, una cultura que se respeta a sí misma y una historia arrolladora pero, al mismo tiempo, efímera y vigente. Fue al encuentro de los que cazan con águilas reales, de los pastores de renos y de los descendientes de los camellos de la Ruta de la Seda.
Leyendo la historia de la dinastía de Chinggis Kan redescubrió a un hombre de pocas palabras pero todas relevantes y a las mujeres que junto a él forjaron su leyenda.
Cree haber comprendido por qué Mongolia es un paisaje sin apenas cicatrices. Este libro es su empeño por compartir una experiencia que resultó iluminadora.
Bienvenidos a estas páginas a los lectores de literatura de viajes, a los viajeros literarios, a los que se estiman cautivados por la historia medieval y por las guras históricas legendarias, a los amantes de los animales y, nalmente, a los que se sienten más estimulados justo allá donde se acaban los caminos y, en especial, por los lugares sin caminos.
